Jesuítas de Venezuela piden por respeto a la
Constitución y atención a la crisis humanitaria (Comunicado)
Oct 2, 2016 2:17 pm
Este domingo, la
comunidad Jesuíta de Venezuela se pronunció a través de un comunicado para
fijar posición ante la situación político – económica que atraviesa el país.
“El presente es
tiempo de tragedia en Venezuela”, cita un extracto del texto.
Así mismo, la
comunidad pidió por la defensa de los principios democráticos, respeto a la
Constitución y los derechos humanos, atención a la crisis humanitaria y de
salud.
Lea a continuación el texto completo:
Los jesuitas ante los desafíos del país
Queridos hermanos, jesuitas y laicos:
La gravedad de la situación actual venezolana nos exige un
discernimiento permanente desde nuestra vocación de servicio al Pueblo de Dios.
Nuestro compromiso con la gente en muchas comunidades populares, con jóvenes y
profesionales, con organizaciones sociales, nuestro trabajo educativo y nuestro
servicio pastoral, nos sumerge en las muchas angustias que sufre el pueblo
venezolano.
Como compañeros de Jesús de Nazaret, al servicio de su misión, nos
sentimos convocados al análisis del momento que vivimos y a dar nuestro mejor
aporte para transformación de las estructuras de pecado y de muerte que golpean
a nuestro pueblo. Desde este Espíritu, habiendo escuchado las inquietudes de
muchos compañeros jesuitas y siguiendo las directrices del P. Provincial,
convoque en mi carácter de Viceprovincial una “Consulta Ampliada” para el
análisis de la situación actual del país y de sus exigencias para nuestra
misión apostólica. A tal efecto, nos reunimos conjuntamente la Consulta
Canónica de Provincia y el Equipo Apostólico el pasado 30 de septiembre. Esta
carta, aprobada por el Provincial, expresa la reflexión y los lineamientos que
creemos deben orientar nuestra acción en este momento que vive el país.
El momento presente
El presente es tiempo de tragedia para Venezuela. El país padece
problemas que no habían sido conocidos por las últimas generaciones de
venezolanos. La mayoría de la gente vive con gran esfuerzo en una situación de
sobrevivencia que empuja a vivir en trance, en shock, perdiéndose todo sentido
de normalidad en la cotidianidad.
La sensación con la que se vive es de rabia y frustración. El
empobrecimiento es masivo. La escasez y la incapacidad de adquirir lo poco que
distribuyen las redes comerciales se traduce en hambre y miseria para la gran
mayoría. La inseguridad crece en una violencia diseminada e impune. El
autoritarismo político y la hegemonía comunicacional pretenden imponer un mundo
demagógico y falso. El tejido social se desvanece y la institucionalidad es
sinónimo de corrupción, opacidad e impunidad.
Organizaciones internacionales y muchos Estados del planeta hablan de
crisis humanitaria en Venezuela y de violación de derechos humanos elementales.
Las encuestas señalan que el 94% de la población dice que el país está muy mal
y que más del 70% está a favor del Revocatorio al Presidente de la República.
Venezuela es una olla de presión con las válvulas tapadas. La situación
no sólo es insostenible, es insoportable. Los economistas a coro señalan que el
desabastecimiento va a ser mayor y la inflación también durante los próximos
meses. Es previsible que los saqueos y las protestas sigan en aumento, al
tiempo que el discurso vacío de los voceros oficiales, la represión y las
políticas erradas prosigan avivando el fuego.
La crisis venezolana es de carácter fundamentalmente político. Se ha
roto la legitimidad del gobierno, quedando en minoría electoral pero detentando
el control de casi todos los poderes públicos nacionales con excepción de la
Asamblea Nacional, a la cual margina sistemáticamente. Mientras, la oposición
ciudadana al gobierno representa la gran mayoría y la oposición partidista
ocupa espacios muy restringidos dentro del Estado venezolano.
La crispación y la polarización entre gobierno y oposición partidista es
cada vez mayor e imposibilita alcanzar los acuerdos básicos que deben existir
entre la sociedad y el Estado para lograr los fines consagrados en la
Constitución Nacional. Para contener la oposición, el gobierno actúa cada vez
más ejerciendo una cruel y dura represión contra la disidencia, violando los
más elementales derechos humanos, situación ésta denunciada por organismos
internacionales de reconocida solvencia. Cualquier opción de diálogo y
entendimiento se hace cada día más difícil.
Ante esta situación, la mayoría de la población venezolana, más allá de
las identificaciones partidistas, cree que la opción de referendo revocatorio
presidencial, puede ser el inicio de un proceso de transición política
pacífica, democrática y constitucional eficaz. Como muy bien ha señalado el
Episcopado Venezolano: “Ante la gravísima crisis política del país, el
referéndum es la solución menos traumática y más conveniente… de no darse el
referéndum la crisis se hará cada vez peor.” Somos conscientes que el
revocatorio es sólo un paso (que consideramos necesario en la presente
circunstancia) de un largo y complejo camino que requiere de muchos esfuerzos
de negociación, acuerdos y consensos para la superación de la actual crisis, en
donde todos los actores son necesarios.
Vemos con indignación como el Consejo Nacional Electoral (CNE), desde
los inicios de la activación del proceso del revocatorio, ha jugado un papel
claramente sesgado hacia los intereses del gobierno, retardando los lapsos,
imponiendo normas no establecidas ni en la Constitución ni en las leyes
respectivas y maltratando al pueblo venezolano al obligarlo a participar en
condiciones de extrema dificultad.
La última decisión del CNE sobre el proceso de recolección del 20% de
voluntades es inadmisible, ya que tergiversa el sentido literal del artículo 72
de la Constitución Nacional, estableciendo que este porcentaje no es sobre el
total del registro electoral nacional sino proporcional a la población
electoral de cada Estado. Además, prácticamente se establece como fecha para
que se realice un eventual referendo revocatorio presidencial, el mes de marzo
de 2017; amén de las condiciones operativas establecidas, que resultan muy
desfavorables para la participación.
El convocante del referendo revocatorio, la Mesa de la Unidad
Democrática (MUD), respondió que acudiría a la cita establecida para la
recolección de las firmas, pero que no aceptaba las condiciones impuestas.
Obviamente, el escenario planteado para los días 26 al 28 de octubre, fecha
establecida para la recolección, será altamente conflictivo y profundizará la
inestabilidad y la zozobra política.
Nuestros retos
La crisis del país es de carácter orgánico, toca todos los aspectos de
la vida nacional. El cuerpo social avanza cada vez más hacia condiciones de
vida menos humanas. Nuestra situación bien puede caracterizarse como de
violencia institucionalizada y de pecado estructural. La dignidad humana, el
don de la vida y de la paz están gravemente amenazados.
En este año centenario de la presencia de la Compañía de Jesús en
Venezuela hemos renovado nuestro horizonte apostólico, que nos propone trabajar
en la transformación superadora de esta dolorosa situación, desde lo que hemos
aprendido en este tiempo de acompañamiento al pueblo venezolano, promoviendo la
fe y construyendo la justicia que brota de ella. Es este un momento especial
para el discernimiento vigilante y el compromiso con todos los venezolanos y
entre ellos con los más pobres.
A nivel personal es tiempo de cultivar nuestra fortaleza espiritual,
desde el silencio y la contemplación, dejar que el evangelio nos interpele
directamente y nos dé el tono necesario para adoptar una actitud perceptiva
ante la realidad y de apertura ante sus retos y exigencias. Es un tiempo para
oír los clamores de nuestra gente y acogerlos para presentarlos al Padre a fin
de responder a su voluntad de redención en la historia.
En nuestras comunidades es clave garantizar encuentros para el
discernimiento y la deliberación sobre la realidad y de cómo esta situación nos
afecta en lo personal, en lo comunitario, en lo apostólico y en nuestras
relaciones familiares. Así cómo para el diseño de estrategias y acciones que
nos ayuden a canalizar adecuadamente nuestras preocupaciones, desde los medios
de que disponemos.
Como cuerpo de jesuitas y laicos, agrupados en obras, sectores y redes
apostólicas, es necesario diseñar estrategias de incidencia en nuestros
respectivos campos de acción, promover el análisis compartido, acompañar a
nuestros equipos de trabajo y a la gente a quienes servimos y promover espacios
de encuentro para la acción con otros actores que realizan tareas similares a
las nuestras.
Una preocupación permanente que nos debe movilizar es el diseño de
planes conjuntos como Provincia, en unión con la Iglesia y su jerarquía, así
como con otras organizaciones sociales, para promover:
• La formulación de horizontes, sustentados en diagnósticos
especializados y rigurosos que permitan la formulación de políticas públicas en
diferentes ámbitos para viabilizar la orientación de nuestras grandes opciones
apostólicas. Pensar este país y sus posibilidades es una responsabilidad
apostólica propia de Compañía de Jesús para con la Iglesia y la sociedad
venezolana.
• La defensa de los principios democráticos y de la institucionalidad
consagrada en la Constitución Nacional de la República, en especial de los
derechos humanos.
• La atención a las víctimas de la represión política.
• La atención a la crisis alimentaria y de salud, que se concreta en el
apoyo al corredor humanitario propuesto por la Conferencia Episcopal entre
otras iniciativas.
• El fortalecimiento de la convivencia ciudadana frente a la viole
diseminada en toda la sociedad.
• El acompañamiento a las organizaciones sociales, ONG, instituciones
educativas, en cuanto actores relevantes en la construcción de alternativas
para el país
• La participación en iniciativas tendientes a favorecer nacional, que
promuevan el diálogo y la concertación, el reconocimiento de todos y la
expresión soberana y democrática del pueblo venezolano.
El momento que vivimos nos llama a robustecer la relación con Dios
nuestro Padre, su Hijo Jesús y el Espíritu Santo, de quienes nos decimos sus seguidores
y bajo cuya bandera nos hacemos constructores de su reino de libertad, dignidad
y justicia. Que la fidelidad a nuestra vocación y misión nos guíen en este
discernimiento permanente de lo que debemos hacer en esta tierra que tanto
amamos.
Hermano en
Cristo.
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